
Pasear entre edificios por calles estrechas y pobladas, la mayoría de las veces por personas anónimas que construyen sus vidas alrededor de la gigantesca ciudad; me encanta.
El reflejo del sol en los cristales de los edificios altos y pesados, la paz y vida que tiene mi barrio, el deambular de vidas que circulan rápido, dejando las calles llenas de vida.
Calles distintas y edificios desiguales en tramos cortos, árboles crecidos que denotan tiempo; la pluralidad de tiendas y personas, la estancia quieta de una ciudad que tienen historia.
Paseo de Rosales, parque del oeste, templo de Debod, los cines, la vida compartida durante años con seres queridos, el volver a sentirme en casa. Volver allá donde me siento quién soy, hombre tranquilo e urbanita.
La cercanía de los tenderos que te tratan de tú y te dicen sus nombres, el saludo permisido y amable de los nuevos vecinos, que no rehuyen la conversación, la gratitud de trato del suplente de Piedad; portera del inmueble, mujer regordita y de buen carácter. Se alejan del frío trato recibido en el extrarradio de la ciudad.
No creo que allá verano más bonito en cualquier parte del mundo, pasear sólo ó en compañía de algunos de los que leéis éste blog. La escritura y lectura, la reflexión, los paseos, el ver como voy creciendo día a día en el distrito 9, barrio 2 de la ciudad de Madrid...
Mi barrio está lleno de alegría, de vida, de síntomas de crecimiento, de habilidades sociales, esperanza, fe y fuerza.
Me encanta tu barrio. A.
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